21 de octubre de 2013

Escatologías infantiles

"Así pues, el más estremecedor de los males, la muerte, no es nada para nosotros, ya que mientras nosotros somos, la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, entonces nosotros no somos." Epicuro, Carta a Meneceo.

Entramos en Brighton, de vuelta de pasar la tarde en el precioso pueblito de Ditchling. Mi hija de diez años y mi hijo de ocho conversan en el asiento trasero del coche.

C. -Pues ¿sabes qué pienso yo, aparte de la religión y esas cosas? Pienso que cuando te mueres vuelves a nacer en otra persona, lo que pasa es que ya no te acuerdas de quién eras.

YO -¿Y por qué piensas eso? ¿Te lo ha contado alguien?

C. -No. Es que es lo más lógico.

YO -Pues que sepas que eso no es nada cristiano.

C. -Ya, si por eso digo que aparte de la religión.

YO -Pero es que eso es religión, solo que otra religión. Eso es lo que creen los indios y se llama reencarnación: que cuando te mueres te reencarnas en otra persona o animal.

C. -¡Anda, qué guay! ¿En cualquier animal?

YO -Si te portas bien en la vida te reencarnas en un ser superior; pero si te portas mal, a lo mejor te reencarnas en una rata o en una cucaracha...

LOS DOS (Gritando al unísono.) -¡Qué ascooo!

YO -Pero tú decías que eras cristiana, ¿no?

C. -Ya, pero es que es lo más lógico.

M. (Con tono escéptico.) -Pues yo no lo veo nada lógico. A mí lo que me parece es que cuando nos morimos se acaba todo. Cuando te mueres ya no te duele nada, ni te gusta nada, ni nada de nada. Bueno, menos Jesús, claro. A mí eso me parece más lógico. ¿No, papá?

YO -Eso es lo que creo yo. Pero mucha gente no cree eso. Ya sabéis que los cristianos creen otra cosa.

C. -Pues a mí me parece que eso no puede ser, porque da mucha pena, ¿no?

M. -¿Qué da pena?

C. -Que te mueras y ya no haya nada. Es muy triste.

YO. -Claro. Por eso la gente cree en estas cosas, porque consuela.

M. -Pues yo creo que cuando te mueres ya no te da pena nada. A tu familia sí le da pena porque te has muerto, pero a ti ya no te da nada. Si España pierde el mundial, te da igual. Si hay una guerra mundial, te da igual. Si se muere Ibáñez, te da igual.

YO -¿...?

M. -Es que ya no te enteras de nada. Estás muerto.

YO -¿... Si se muere Ibáñez? ¿El de Mortadelo y Filemón?

M. -Sí.

YO (Conteniendo la risa.) -¿Y cómo se te ocurre eso?

M. -Pues no sé, pensaba en cosas graves y que se muriera Ibáñez sería muy grave, ¿no?

YO -Desde luego.

C. (Tras meditar unos segundos.) -Bueno, pues he pensado que no, que no me creo lo de la reencarnación.

YO -Ya me parecía a mí.

C. -Pero que conste que eso de que después ya no hay nada tampoco es nada cristiano, ¿eh?

YO -Es verdad.



19 de octubre de 2013

18 de octubre de 2013

La memoria inscrita del cricket

Una de mis rarezas, aunque en este caso sea puramente transitiva, es que conozco al que posiblemente es el único español que no solo sabe diferenciar un bate de cricket de una pala de lavandera, sino que incluso conoce y disfruta ese deporte hasta límites extravagantes en un hispano. Desde que soy el dealer de artículos de cricket de Johannes A. von Horrach, mi relación con ese juego ha cambiado. No puedo decir que haya entendido nada de esta actividad misteriosa, propia de británicos e indostaníes muy capaces de hacer durar un encuentro hasta cinco días para acabar empatándolo; pero, al menos, la presencia del cricket en esta ciudad no me pasa tan inadvertida como antes.

Hoy mismo, teniendo que resolver una cuestión administrativa en el centro municipal de atención al ciudadano, sito en Hove, me encontré muy cerca de la sede del Sussex County Cricket Club, así que me acerqué a visitarla y comprar en la tienda algún artículo que alimentase el fetichismo de mi amigo.

Sussex County Cricket Club: Spen Cama Pavilion, octubre de 2013.

El campo del Sussex County Cricket Club

Lo que he encontrado es que, a la entrada de este edificio muy recientemente remodelado, el club ha instalado lo que ha dado en llamar la Player's Piazza. En la entrada anterior, a propósito del castillo de Lewes, comentábamos esa forma de financiación que consiste en vender ladrillos inscritos a personas, empresas y colectivos y recaudar así fondos para elevar un monumento, reformar una vieja arquitectura, sufragar una nueva o financiar un charity. Es este el caso: la Player's Piazza está embaldosada con los nombres de algunos de los hasta 701 miembros de los Sussex Sharks del presente y del pasado, asociados de por vida a los de quienes contribuyeron en este proyecto. Una empresa local se dedica a grabar los ladrillos mediante encargo en línea.




Cien libras más IVA permiten a unos dejar testimonio imperecedero de su amor; a otros, recordar para siempre a un ser querido que falleció; a las empresas, hacerse una publicidad muy duradera; y a los seguidores del club, en general, publicar de forma indeleble su adhesión al club o su admiración por una particular estrella. Todos los beneficios de esta iniciativa, como explica esta web, sirven para colaborar con la fundación solidaria del club, el Sussex Cricket in the Community Trust.

La Player's Piazza a la entrada del Spen Cama Pavilion, octubre de 2013.

Player's Piazza (detalle).

(Fotos propiedad del autor. Publicado también en Retazos)

15 de octubre de 2013

Cuervos, cornejas y grajos

No deja de sorprenderme la fauna urbana de Brighton; y no me refiero a ciertos pintorescos habitantes humanos del centro de la ciudad. Uno sigue amarrado a esas pocas escenas animales que se dan en las ciudades de España: una bandada de palomas, los rápidos gorriones, el huidizo gato callejero y algún perro abandonado. Por el contrario, la fauna urbana en Inglaterra propicia el despertar de ese zoólogo que todos llevábamos dentro cuando niños y en algún momento se perdió y se hizo ingeniero o empleado de banca por falta de contacto con la naturaleza.

No solo en los jardines del Royal Pavilion: en cualquier calle de Brighton puede uno toparse con las ardillas que habitan, por ejemplo, los inmensos olmos que colonizan las aceras hasta donde vivo, probablemente plantados el mismo año en que dicen se construyó la fila de viviendas, allá por 1902. Los vecinos aseguran las tapas de los contenedores de basura con un ladrillo para evitar que las voraces gaviotas derramen su contenido -esas mismas gaviotas que todas las mañanas se abrevan en un canalón del techo del vecino de atrás y nos saludan por la ventana mientras desayunamos, o que exploran el montón de escombros de la obra de abajo, o que se amontonan en el Pier a la espera de desperdicios frescos de comida rápida.

Ejemplar joven de gaviota. Brighton, octubre de 2013

Multitud de gatos patrullan las calles, pero su estado lustroso indica que no son callejeros y su actitud totalmente carente de prudencia lo confirma -pregúntense por qué los gatos ingleses son infinitamente más confiados con nosotros que los españoles-; y, aunque no hay perros callejeros, de noche uno puede cruzarse con alguno de los zorros que han hecho su zorrera en el cementerio. Desde la ventana acabo de ver uno bajando tan campante por la acera de mi casa.

Los córvidos son también vecinos habituales y numerosos de las ciudades de este país. Durante un buen rato de esta mañana han ocupado una de las chimeneas de enfrente de mi ventana una pareja de estas aves oportunistas y escandalosas. Mi incapacidad para distinguir cuervos, cornejas y grajos, mi ignorancia de los límites semánticos de los vocablos que las designan en la lengua de Shakespeare y mi curiosidad me han impelido a descifrar las señales que me mandaban desde el otro lado de la calle y averiguar -examinando la información y las fotografías que suministran diversas webs- a cuál de esas especies pertenecían. Sin duda eran cornejas.

Cornejas (carrion crows). Brighton, octubre de 2013.

Los ingleses, con quienes los españoles compartimos muchas especies de córvidos, llaman genéricamente a las aves de esta familia crow. Quiero compartir con los más curiosos las notas fruto de mis pesquisas, junto con la petición de que si algún ornitólogo encuentra errores me los haga conocer: gracias.

(Fotos propiedad del autor.)

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CORVUS CORAX. Inglés raven; español cuervo; catalán corb; gallego corvo grande o corvo carnazal; vasco erroi. Negro y lustroso, grande y robusto, pico negro, muy fuerte y algo encorvado, cola triangular. 

CORVUS CORONE. Inglés carrion crow; español corneja; catalán cornella negra; gallego corvo pequeño o corvo viaraz; vasco belabeltz. Negra y lustrosa, menos robusta, pico negro menos fuerte y menos encorvado, cola rectangular. 

CORVUS CORNIX. Inglés hooded crow; español corneja cenicienta o corneja gris; catalán cornella mantellada o cornella emmantellada; vasco bele txanoduna. Similar a la corneja negra pero de colores negro y gris. Se hibrida naturalmente con la corneja negra. Muy rara en España. 

CORVUS FRUGILEGUS. Inglés rook; español grajo o graja; catalán graula o cornella de bec blanc; gallego gralla grande; vasco ipar-bele. Negro y lustroso, menos robusto, pico blanco y las fosas nasales descubiertas de plumas. 

CORVUS MONEDULA o COLOEUS MONEDULA. Inglés jackdaw; español grajilla; catalán gralla; gallego gralla pequeña o gralla cereixeira; vasco beletxiki. Negro, con matices grises en nuca, pecho y espalda, pequeño, pico negro, iris de los ojos blancos, vive en torres y ruinas. 

PICA PICA. Inglés magpie; español urraca o pega; catalán garsa; gallego pega; vasco mika. Negra y blanca, pequeña, pico negro, cola muy larga. 

PYRRHOCORAX PYRRHOCORAX. Inglés chough; español chova o chova piquirroja; catalán gralla de bec bermell o cornella de bec bermell; gallego choia; vasco belatxinga mokogorri. Negra, pequeña, pico rojo, largo y curvado, patas rojas. En el Reino Unido, habita solo en las más remotas costas occidentales.

GARRULUS GLANDARIUS. Inglés jay; español arrendajo o gayo; catalán gaig; gallego gaio, pega marza o pega rebordá; vasco eskinoso. Córvido pequeño muy diferente de los anteriores, de color marrón anaranjado con patrones azules y negros en alas, cola y cabeza, obispillo blanco y cola negra y larga.

11 de octubre de 2013

Peldaños inscritos en el castillo de Lewes

Hace casi mil años que nos contemplan los sillares del castillo de Lewes desde lo alto del promontorio artificial en que fue emplazado. Más concretamente, desde la conquista del trono inglés por Guillermo I y el reparto de Sussex entre sus barones normandos. La hermosa ciudad de Lewes correspondió a Guillermo de Warenne, caballero muy principal y yerno del Conquistador, que inmediatamente se ocupó de fortificar el lugar en el que ya había existido una fortaleza sajona. De aquel poderoso castillo sobreviven hoy solo algunas partes, la más impresionante de las cuales es una barbacana de construcción algo posterior.


Al oeste se alza el conjunto más elevado del castillo, su torre del homenaje. Para llegar a sus almenas es necesario salvar hasta 120 escalones entre terrazas ajardinadas.


Al llegar a la cima, el visitante comprende por qué sajones y normandos escogieron este lugar para dominar el valle del Ouse.


El castillo de Lewes ha sido objeto en años recientes de obras de restauración sustanciales por valor de un millón de libras esterlinas. La Sussex Archeological Society, propietaria de este monumento y de otros varios a lo largo y ancho de los condados de West Sussex e East Sussex, decidió sufragar parcialmente los elevados gastos mediante una interesante modalidad de suscripción popular, bajo el eslogan Sponsor a step. En la web de esta organización no lucrativa se puede comprobar: todo ciudadano particular, organización o colectivo puede comprar uno de los 120 peldaños de la escalera por la módica cantidad de quinientas libras. Aportando esta cantidad, cada nuevo patrono adquiere el derecho a que uno de los escalones que suben al castillo de Lewes lleve grabado su nombre o cualquier frase que no sobrepase los 32 caracteres. La web de la SAS muestra como ejemplo una inscripción de tipo comercial y la mayoría de los mensajes constituyen meras firmas individuales o de parejas o familias. Algunas hacen las veces de brevísimas estelas funerarias y unas pocas encierran destellos de concisión e ingenio forzosamente más concentrados que los que encontramos en Twitter. En estas imágenes tomadas hoy encontramos a "Los Barton, que adoran los castillos", a la familia Brotherton, al Ayuntamiento de Lewes o a sus residentes y visitantes...




No es la única institución que ha recurrido a esta forma de financiación: la mexicana Universidad de Monterrey, por ejemplo, también vende ladrillos grabados. Empresas norteamericanas como Olde Mill o Brick Markers hacen del ladrillo inscrito un eficaz instrumento de marketing tanto comercial como no lucrativo.

En el caso de Lewes, se trata de una forma bastante segura de garantizarse un recuerdo, sobre todo si tenemos en cuenta que las piedras a que acompañarán estas inscripciones llevan ahí casi mil años.

(Fotos propiedad del autor. Publicado también en Retazos)

7 de octubre de 2013

Clubes, sociedades científicas y organizaciones solidarias

La Sussex Archaeological Society de Lewes data de 1846. Su cometido es la promoción de los estudios históricos con especial referencia al área en la que actúa. A día de hoy es responsable del mantenimiento y de la encomiable gestión de un palacio de época romana, un castillo normando del siglo XI, un monasterio del siglo XIII, una casa-museo del siglo XV, un cottage del mismo siglo que perteneció a Enrique VIII y a otros royals de la época Tudor, la casa en la que vivió su retiro una de las exesposas de aquel rey, Ana de Cleves, un museo arqueológico, un museo de historia marítima… Además, la SAS publica una revista científica y mantiene una biblioteca para investigadores, todo lo cual en absoluto agota las actividades a las que se dedica.  Hay que recalcar que, desde su fundación, esta organización no gubernamental o charity se ha sostenido al cien por cien gracias a las aportaciones económicas y el trabajo voluntario de sus socios y a la explotación de algunas de sus propiedades; por ejemplo, mediante el alquiler de algunos de los espacios que gestiona para banquetes, bodas y otros eventos.

Estamos hablando de una organización que recibe inversión pública por valor de cero libras esterlinas. Lo mismo se podría decir de la infinidad de organizaciones no gubernamentales que por todo el Reino Unido se ocupan del patrimonio histórico y artístico local, el estudio o la protección de las aves, la fauna o la flora, la solidaridad con los desfavorecidos del barrio, la educación complementaria y otros muchos terrenos que se caracterizan por la ausencia de rentabilidad comercial directa. Aunque no fuera un anglófilo declarado, nunca podría dejar de manifestar admiración por una sociedad que, sin exacción por parte de la autoridad e independientemente de la cualificación académica o la ocupación de cada cual, dedica una buena parte de sus ingresos privados y de su tiempo personal a colaborar en la preservación de un palacio del siglo XVI; o en la catalogación de aves en peligro de extinción; o en detener el tráfico a las horas de entrada y salida del cole de su barrio. Son muchos los ciudadanos británicos –innumerables, en comparación con España- que desinteresadamente invierten su energía en formarse y trabajar para proteger y mantener a disposición de todos el patrimonio que a todos pertenece o para hacer más posible una convivencia justa.

Algo así sería impensable en España. Todos sabemos que en nuestro país, y salvando la alabanza a la que algunos se hacen acreedores, gran parte de las OONNGG han vivido durante los años de la burbuja casi totalmente de las subvenciones (hasta el punto de que a veces se han creado con el único objetivo de recabarlas y garantizar ciertos ingresos a las personas indicadas, cuando no, por desgracia, para desviarlos vergonzosamente como parece que ha sucedido en Valencia). También sabemos que la solidaridad en España se ha entendido demasiadas veces como turismo de aventura, pero no tantas con gestionar los problemas del vecino. Nos consta –la gran mayoría de los españoles están convencidos de que es así- que el mantenimiento de todo lo que tenga que ver con la cultura es una obligación de los poderes públicos, porque “la cultura no es rentable” y nadie más se va a ocupar de ella. Y tenemos la evidencia de que los españoles son poco proclives a gastar el dinero que cuestan un par de cubatas la noche de un viernes en pagar la cuota de una asociación solidaria, un partido político, un sindicato o una sociedad cultural de la que no esperemos algún tipo de compensación a corto o medio o plazo.

Si me declaro anglófilo es debido a cosas como esta. Los británicos demuestran todos los días que la cultura sí es rentable, que la solidaridad empieza por la propia comunidad y que las cosas que nos interesan no tienen por qué depender siempre del maná público. Pero también es cierto que la presión fiscal media que soportan no tiene nada que ver con la española, cuyos tipos impositivos solo son superados por Bélgica, Dinamarca, Francia y Suecia; que los servicios que a cambio reciben son muy completos; y que la burocracia a que están sometidos sus ciudadanos y empresas es infinitamente menor, por lo que el dinamismo de su economía es otro. Por supuesto que en España tenemos mucho más sol y se come mucho mejor… Pero ya va siendo hora de que miremos otros modelos de sociedad si es que queremos salir del agujero histórico en el que nos encontramos, y una sociedad en la que el estado aprieta poco al ciudadano, le da los servicios esenciales de manera eficaz y le deja margen para que emprenda iniciativas privadas muy importantes para la solidaridad y para la gestión de lo que es de todos, me parece un modelo más humano y muy aprovechable. Si quieren saber mi opinión, esto es algo que también se puede cultivar en las escuelas…

(Publicado en mallorcadiario.com el 7 de octubre de 2013 bajo el título "Un modelo más humano".)


Vistas desde el castillo de Lewes. Foto procedente de la web de la Sussex Archaeological Society.